Sostenerse en pareja
Esta semana es el cumpleaños de Julisa, una mujer que vive en León, Guanajuato, y que acompaña a su esposo en el trabajo de peluquería a domicilio. Esta vez quiso compartir su historia aquí; la historia de todos, sabemos, es mucho más amplia y compleja, pero se compone de momentos pico que son sacudones en muchos sentidos. A continuación, una parte de Julisa, una de las caras de la enfermedad y también una de las caras del amor.
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Antes de saber cuál era mi enfermedad, sentía náuseas, cansancio extremo -como si hubiese construido una casa yo sola- , y mucho dolor en el abdomen bajo.
Fui entonces a un ginecólogo, que me revisó y me confirmó que todo estaba bien con mi matriz, no tenía quistes, ¿entonces de dónde venía el dolor?, él insistió en revisar mis órganos y finalmente me dijo que había algo raro en mis riñones.
Yo tenía planeado verme el año pasado con mi familia en Estados Unidos, pero ese viaje nunca llegó. Tenía 22 años, me gustaba fumar, tomar alcohol, salir de fiesta -lo normal en cualquier joven adulto-, estaba viviendo mi vida. Luego del diagnóstico, insuficiencia renal crónica aguda, mi vida cambió para siempre: me prohibieron el alcohol, la nicotina, no podía desvelarme y toda mi alimentación debía limitarse a frutas y verduras, me arrebataron todo lo que me gustaba comer.
Para ese tiempo, en 2017, yo tenía un novio que apenas se enteró de todas las restricciones con las que iba a vivir de ahora en adelante, y con una fuerte probabilidad de nunca poder quedar en embarazo, me dejó; llevábamos ocho meses de novios y me dolió, me dolió que me dejara en el momento más vulnerable de mi vida. No guardo rencor.
Mi papá en ese entonces me compró el seguro, iba a los chequeos mensuales y yo estaba acostumbrándome poco a poco a mi nueva vida. Cinco meses después, ya a mitad de año del 2017, empecé a salir con Dani, mi amigo de infancia, -me decía que siempre había estado enamorado de mi-. Le acepté la invitación pero no quería comentarle sobre mi estado de salud, no quería volver a vivir el abandono, el desamor. En esa época yo estaba “bien”, pero aún ni me imaginaba lo que vendría.
Aunque tenía miedo de involucrarme con alguien, todo fluyó con Dani: me invitó a una granja con unos amigos de él, un viernes, lo recuerdo como si fuera ayer. Le dije, “pero ¿a qué hora me traes?” Porque ya iban a ser las 10:30 de la noche, teníamos que ir hasta Santa Ana del Conde, a 50 minutos de León, Guanajuato, era más lo que nos echábamos con el trayecto que lo que nos íbamos a quedar allá. Así que prefirió invitarme a cenar y luego a ver una peli, pero le dije que no me llevara al cine – no me gusta ir, me aburre-, así que fuimos a su casa. Llevamos tacos, se compró tres Newmix y yo me tomé una.
Me preguntó si quería empezar a salir con él, yo le dije que no sabía. Dani, sorprendido me preguntó por qué – pensando que ya tenía novio-, fue entonces cuando me sinceré con él y le dije que a lo mejor ya no va a querer salir conmigo porque estoy enferma de los riñones, que mi vida ahora era ir al seguro cada mes a hacerme chequeos, tomar medicamentos diariamente, y llevar una dieta estricta.
No le importó, me dijo que así me quería. Incrédula pensé, “¿Será que me está cotorreando o solo quiere que caiga?” . Pero Dani nunca me soltó. Seis años y ha estado conmigo en todo.
Pero luego llegó algo más: de julio a septiembre de 2022 me innundó una tristeza, no sé si era depresión pero sentía que el mundo se me venía encima, como si las casas cayeran una tras otra sobre mí. Comencé a retener líquidos, en las mañanas mis ojos estaban tan hinchados que parecía un pez globo. Tenía miedo pero no le decía a nadie, pasaron semanas cuando decidí mostrarle mis pies a Dani, él insistió que fuéramos al médico para que me checaran. Me rehuse y me cobijé en un medicamento que me hacía sentir mejor.
Llega mi cumpleaños el 25 de septiembre, y ese día amanecí contenta, no estaba hinchada. Nos fuimos a bailar a un lugar que se llama Copa Rumba, nos gusta porque ponen salsa. Nos amanecimos y al llegar a casa me percaté de que la tristeza e hinchazón habían vuelto. Pasaron 3 días, mi estado de ánimo y físico había empeorado, percibía cómo se me iba el aire, subir escaleras era la muerte.
Esa semana mi madre llegó de Estados Unidos, sentía que tenía que estar conmigo, sabía que me iba a pasar algo, sexto sentido que le llaman. Esa tarde íbamos a visitar a mi hermana y para llegar hasta allá, hay que subir una loma, di unos cuantos pasos pero mi cuerpo no me estaba respondiendo, el aire se me iba cada vez más, así que opté por devolverme y quedarme en casa, le pedí a mi mamá que cuando se regresara me trajera un taco al vapor de queso, no lo terminé.
El 28 de septiembre a las siete de la noche le dije a mi sobrina Grecia que me sentía muy mal, le habló (llamó) a su tía que trabaja como enfermera en el seguro, al rato llegó a casa y me puso el oxímetro de pulso en el dedo, la traía en 80: me estaba quedando sin oxígeno. Dani no estaba, había salido a trabajar. Mi familia me llevó al seguro y al llegar les dijeron “Llévensela de aquí que se va a morir, llévenla a urgencias de la 59. Pero tiene que irse en ambulancia, necesita el oxígeno”. La ambulancia llegó tiempo después, me montaron, me pusieron el oxígeno, y de ahí no me acuerdo de nada. Llegué inconsciente, mi cuerpo no respondía, le hicieron firmar unos papeles a Dani -que llegó corriendo de trabajar- para que pudieran intubarme. Le dijeron que de esa noche no pasaba, tenía agua en los pulmones.
Me intubaron y al ingresarme a la habitación me da el primer paro cardiaco. Duré ocho minutos muerta. Me revivieron. Al día siguiente abrí los ojos, vi a mis tías, y me empecé a poner morada, me estaba ahogando con una flema, no podía comunicarme, me quise arrancar el tubo, y mi familia me agarró porque me estaba volviendo loca. Cuando se dieron cuenta que me estaba ahogando, llaman al Dr., me aspiran, las aspiraciones son la muerte, tienes un tubo y te meten otro para aspirar todo lo que tienes adentro.
Yo sentí que me paré y corrí por un pasillo largo, y choqué con un Santo que tenemos en casa y al que Dani le reza, San Judas. Se fue transformado en Dani, diciéndome que me calmara. Volví a mi consciente, y me dio el segundo paro cardíaco, ese sí lo sentí, sentía unas uñas largas que rompían mi pecho, y ahí en ese preciso momento vi la muerte, tal cual en forma de calavera. Caí en coma durante dos semanas. Cuando desperté mi esposo estaba a mi lado hablándome: “Juli, mi amor, aquí estoy”. Solo veía sombras, no podía ver mis tatuajes, pensaba que los doctores los habían quitado. Al haber estado muerta por ocho minutos pude haber quedado ciega o inválida, pero gracias a Dios mi vista fue regresando. Tuve secuelas, -aún las tengo pero lo controlo-, mi mano derecha me temblaba. Dani aprendió a maquillarme, a peinarme, me lavaba los dientes, me bañaba y me ayudaba cuando tenía que ir al baño.
Traía una sonda pleural en la zona de mi pulmón izquierdo, me sacaron ocho litros de agua, gracias a eso mis pulmones volvieron a su tamaño normal. En los días que estuve en coma le hicieron firmar otro papel a Dani, esta vez para autorizar la diálisis, sin eso me hubiese muerto.
Estando ya en mis cinco sentidos, entendí que esto sería mi diario vivir: tengo un cuartito en casa el cual siempre tiene que estar limpio, ahí me dializo cuatro veces al día, después de cada limpieza me cambio de ropa para evitar cualquier infección. Es un trabajo de mucha paciencia, y la única alternativa sería una donación de riñón. Estoy en una lista de cadáver, no soy compatible con ninguno de mis familiares por mi tipo de sangre, así que me toca que esperar.
Tengo ventaja en el seguro, estoy en una lista donde somos cinco personas, nuestro tipo de sangre es A+, nos da el beneficio de pertenecer a una lista más reducida. Porque en la lista de tipo de sangre O+, son diecisiete mil personas.
Todo cambió, pero no siento que haya cambiado para mal, porque gracias a esto yo vivo, y le doy gracias a Dios. No me quejo porque estoy enferma, nunca le he reprochado.
Ahora ya no quiero ir a Estados Unidos, aquí en León lo tengo todo, me casé con el amor de mi vida por lo civil en diciembre del 2023, y pensamos próximamente en la boda religiosa, para estar de la mano con Dios. Y le digo a Dani: “Me vas a celebrar mi cumpleaños el 29 de septiembre, porque hace dos años me estaba muriendo ese día. A lo que él responde: “Yo cada que pueda voy a celebrar tu vida. Yo me casé contigo, y me casé para toda la vida porque quiero estar contigo”.
Septiembre 2024