Cómo volverse un brujo – Parte Tres
Ilustración por: Felipe Calderon-Valencia
Apotropaico. Esta voz que resume la esencia de la magia, resume también el deseo que hay detrás de la brujería o de sus contras. La palabra, no sé qué significa, busquen, pero sus efectos prácticos nos remiten a lo que queremos cuando pedimos ayuda del más allá: protección del mal, refugio, que el peligro tome distancia o regrese a su morada tras ser tocado por la flecha de Artemis. Es algo así como el poema que mi hermano hizo cuando era niño, y que dice: “Toda la gente quiere más salud y comida [.T]an les gustaría que poco los rechazaran (…)”. La brujería sirve para eso, no sé lo de la comida, pero sirve para eso. Y bueno, con el Tarot nos pasa igual. Buscamos la sabiduría de los Arcanos porque tienen algo que no entendemos, que tememos, pero este temor no es tan fuerte como la curiosidad ante la necesidad de conseguir un monstruo que nos proteja (ver Parte Dos). En otras palabras, es la mano que concede deseos terribles –referencia a Jacobs’ Monkey Paw.
El Tarot es un artefacto. Por esa razón necesita que cada pieza esté en su sitio. Por eso, anoten, el primer paso para leer la fortuna es que el mazo de cartas que usen sea –sí señores– el de Marsella, el Tarot de Marsella. Creo firmemente en que el mejor medio para alcanzar los misterios es aferrarse a algo fijo, un solo puntico. Arquímedes, ustedes saben. Así, los Arcanos Mayores no son ilimitados, son solo 22. Así, también –según Jodorowsky, y le creo-, cuentan una historia con una simbología permanente; cada figura contiene símbolos en una composición (i.e., el número y tipo de elemento que tiene cada carta; ver dibujo) que interpretamos tratando de ver lo mismo que hace siglos vieron los viajeros egipcios, esos mismos que pudieron ser licántropos o vampiros. Pero no, no, solamente eran, sí, brujos, adivinos a sueldo y desprovistos de una sica. Guiño-guiño. En suma, y para que se entienda mejor: el Tarot debe contener misterios y no ser, en sí, un misterio. Eso ya sería demasiado. Por el contrario, solo son pedacitos de papel cuya función es contener la esencia de seres antiguos. Simple.
Aunque, ahora que lo pienso –y es casi teología, así que si quieren no lean este párrafo-, les cuento de una infidencia obvia: el Tarot tiene 22 cartas, en donde encontramos una carta sin número y otra carta sin nombre; es decir, tiene 21, un múltiplo de siete, número sagrado y perfecto. Esto quiere decir que podemos prestar elementos de la Kavala o de otra superstición adicional, derivándose que existen tres grupos de siete cartas cada uno y un “comodín”, Le Mat –El Loco. Otra infidencia: los signos del zodiaco son 12, como doce también son los meses del año, las deidades principales del Olimpo griego y, claro, los apóstoles de Cristo; yo creo, yo, que puede deducirse que el Tarot tiene realmente 12 Arcanos y que 10 fueron agregados con los siglos, o bien, que la gracia del juego de cartas era tener naipes con doble cara, en donde cada uno –obvio, piénsenlo bien- podía representar situaciones complementarias (e.g., el Emperador y la Emperatriz o la Sacerdotisa y el Hierofante), haciendo que pueda deducirse dentro de esta lógica que Le Mat –arcano sin número-, Le Bateleur –El Mago, primer arcano- y Le Monde –El Mundo, arcano veintiuno- sean cartas que van huérfanas, sin reverso, pues cierran y abren el juego. Concluimos aquí, entonces, que el comienzo y el final pueden terminar unidos por la contingencia, por el puro azar, formándose una trinidad: la locura une lo apolíneo del prestidigitador con la androginia dionisiaca. Y última infidencia: lo anterior solo se entiende si Le Monde es en realidad el arcano 11, el que porta el número de hermafrodita y que lo condena a la magia. Dicho en otras palabras, en la noche de los tiempos eran únicamente 12 arcanos y alguien agregó 10 más, como pasó con la obra Las Mil y Una Noches que es un organismo vivo y un artefacto de la cultura.
Perdón. Ahora sí hablemos de lo básico. No más misterios: los Arcanos Mayores son los siguientes:
GRUPO 1 | GRUPO 2 | GRUPO 3 | ||
(#.) El Loco* | (I.) El Mago | (VIII.) La Justicia | (XV.) El Diablo | |
(II.) La Sacerdotisa | (IX.) El Ermitaño | (XVI.) La Torre | ||
(III.) La Emperatriz | (X.) La Rueda de la Fortuna | (XVII.) La Estrella | ||
(IV.) El Emperador | (XI.) La Fuerza[1] | (XVIII.) La Luna | ||
(V.) El Sumo Sacerdote[2] | (XII.) El Colgado[3] | (XIX.) El Sol | ||
(VI.) Los Enamorados | (XIII.) _________[4] | (XX.) El Juicio | ||
(VII.) El Carro | (XIV.) La Templanza | (XXI.) El Mundo | (#.) El Loco* |
Los Arcanos Menores son 56, y son las cartas de eso que todos conocemos con el nombre de la Baraja Española, que tiene un montón de muñequitos, que la sota de copas, “muy bonita cantinera[,] pero se te van los clientes”, etc. Esos son. A ellos no los puedo detallar en este texto –me haría daño así sin un café-, pero puedo darles el siguiente hack, acá entre brujis: los cuatro elementos de la naturaleza apadrinan cada grupo de figuras menores: las espadas son el aire; los bastos o varas son el fuego; las copas son el agua; los oros son la tierra, por Plutón y la plutocracia, supongo; y cada elemento puede hablar también de los signos del Zodiaco, los cuales encuentran tutela en los mismos elementos en grupos que ustedes ya conocen (e.g., Aries es fuego, Tauro es tierra, Cáncer es agua, and so on). Con estas figuras, puede amplificarse el espectro de la predicción, “predicción”, sacando un arcano menor que va a dictar algo del signo zodiacal de las personas involucradas o del tono de la situación (e.g., sale el uno de espadas y saben que el elemento aire está ahí, y que la situación está conjurada por las estrellas malditas de Géminis, hay mentira, dualidad, cosas de ese tipo, cuestión de interpretar; o simplemente la cuestión la define un geminiano).
Bueno, ahora que ya sabemos cuáles son los Arcanos Mayores y el rol de los Arcanos Menores, pasemos a (A.) caracterizar solo el primer grupo de arcanos –los demás se los quedo debiendo- y (B.) ir definiendo un sistema de adivinación, predicción o prevención –que es la forma en que lo veo yo, yo- más simple.
A. Breve simbología incompleta de los Arcanos Mayores
Cada uno de los arcanos mayores tiene, mínimo, tres niveles de lectura, tres momentos para la interpretación. El primero tiene que ver con los elementos que componen la carta; cada naipe es un dibujo compuesto –a su vez y por decirlo así- de otros dibujos, como el caso de El Mago que tiene una persona de sombrero frente a una mesa. Ciertamente está la persona, pero ¿qué representa cada cosa que está allí dispuesta? La mesa y lo que está sobre ella, el suelo que pisa –pues pisa el suelo-, sus piernas separadas, la mano izquierda levantada sosteniendo una varita, el sombrero puesto en su cabeza. Dichos elementos se pueden interpretar como un todo, pero también individualmente para traer un mensaje a la luz. Por su parte, el segundo y tercer momento de la interpretación se da con el gran significado, lo que el arcano quiere decir por sí solo y lo que significa su “negativo” o reverso. Vuelvo al ejemplo de El Mago. Significa conocimiento, habilidad, curiosidad, pero también significa una postura de análisis muy cerebral o racional ante la vida. Tal es el significado de El Mago al derecho, es decir, cuando la carta está con el número arriba y el nombre abajo… al derecho. Sin embargo, si está de cabeza significa algo diferente, no su opuesto, pero la versión envenenada: soberbia, complejo de superioridad intelectual –una de las caras de la estupidez-, pérdida de foco ante los aspectos sentimentales de la vida y, entonces, también significa frialdad, frigidez y un largo etcétera de cosas revulsivas. ¿Si ven? El Mago es lo bueno y lo malo de un mismo arquetipo, dependiendo si se encuentra en una dirección u otra. De ahí que la lectura de la fortuna llegue a ser influida si se tira el Tarot y nos sale una vuelta de cabeza o con los pies hacia abajo.
Con simpleza, se dirá que El Loco significa la desprevención, el fluir y el disfrute pleno de las cosas, pero de cabeza, quiere es también lo negativo que hay en estas actitudes, importaculismo, básicamente. La Sacerdotisa y El Hierofante son la sabiduría imbuida en su versión masculina y femenina, mientras que su opuesto es la actitud conservadora, el miedo al cambio, la inmovilidad. La Emperatriz y el Emperador significan la seguridad y el poder material que tiene cada sexo, mientas que su opuesto puede ser vanidad e inseguridad disfrazada de un complejo de superioridad. Los Enamorados y El Carro son cartas del mismo grupo y hermanas, dada su composición. Significan, el primero, la captura de un poder sobre el cuerpo, por un poder omnímodo como la concupiscencia y, el segundo, la imposición de la voluntad sobre las circunstancias o sobre el poder circundante, como la fuerza de los caballos –que evocan el mito platónico del cuerpo y el alma y el carro de Faetón y su tragedia-. Su versión inversa, significa cada carta por su parte su complemento extrapolado: el amor al revés es la envidia y los caballos al revés son la falta de control, ausencia de voluntad, casi el agüevamiento, casi.
B. Sistema de adivinación: pasado, presente y futuro en orden de derecha a izquierda
Rituales. Consejos preliminares. Si no los sigues eres una o un necio. El Tarot habla, conversa, de la misma manera que dice Fulcanelli que hablan las catedrales, a través de los símbolos que porta y que van llenándose de significado a lo largo de los siglos, mientras se pule la piedra (liturgia), mientras “se guaya la yuca”. Ahora estaba en Cable Plaza, en Manizales, leyendo El Misterio de las Catedrales y recordé cuando, cerca a Gare de Lyon, Jodorowsky tuvo la suerte de leerme el Tarot. Mentiras, al contrario. Recuerdo que me senté frente a él, con un temor reverencial, la espalda recta y las manos sobre la mesa y luego por el miedo sobre los muslos, los míos. Recuerdo que en esa época yo aún tenía cabello y tenía sueños.
Alejandro Jodorowsky dijo: “¿Qué pregunta quieres hacerle al Tarot?”. Ahí me sentí frente a la Esfinge que se alimentaba de los débiles y los fuertes que vivían o se atrevían a pasar por la polis de Tebas. Entonces, consejo de lectura: deben tener en mente una pregunta para hacerle al oráculo. Sigo. Le dije algo idiota, enigmático, le dije que quería saber qué era lo que debía desear, que no sabía eso. El asintió, arrogante y hermoso, y me dijo que del mazo de cartas sacara tres y las fuera ubicando en la mesa que nos separaba, porque nos separaba solo una mesa, en un café de mala muerte, mientras un montón de chismosos miraba qué me deparaba el destino. Entonces, consejo de lectura: el sistema de adivinación es simple, deben revolver la baraja, barajándolo como lo hace cualquier tahúr –¡detalle chiques!-, aunque agregando un movimiento de rotación en las cartas para que no solo se intercalen, sino que roten sobre su eje para que azarosamente queden de cabeza o al derecho. Im-por-tan-tí-simo. Sigo: Jodorowsky me vio poner las cartas mientras con una mueca de emoción, había algo juguetón en sus ojos, en la forma en que ponía la boca, dejando ver sus dientes; yo puse las tres cartas y él guardó el mazo y señaló con violencia cada uno diciendo “pasadopresenteyfuturo”. Yo no sabía qué hacer. Destapó la primera. No me acuerdo cuál era. Dijo todo esto que les traté de explicar. Yo asentí con una sonrisa inocente, tonta, en la cara. Luego, antes de levantar la segunda, me dijo: “Estás tan mal que esta carta, esta (tac, tac, tac –el dedo sobre la mesa), es El Colgado”. Yo me desmayé y amanecí en el Hospital Europeo George Pompidou. No, mentiras: quedé boquiabierto ante la predicción: Alejandro Jodorowsky sabía que esa carta sin revelar era El Colgado, lo que desnudaba mi angustia. Finalmente destapó la otra, que era El Carro, o algo así, pero yo estaba en shock, golpeado por su fuerza hipnótica. “Qué cosa tan seria trip trip trip”, como dijo Jesucristo.
Me preguntó que si era homosexual y yo dije que no, pero me dio risa y decepción, pues había mucha gente mirando, entre ellos mis amigos Irene y Felipe Tabares. Recuerdo que Jodorowsky se “disculpó”, pues la pregunta era sobre el deseo, pero le dije que no había problema, pues ser gay es hermoso, pero sí quedé preocupado por algo: ¿Cómo pudo anticiparse al arcano antes de que la carta mostrara su rostro? Nunca lo sabré y eso me pone muy feliz.
Hay dos elementos fundamentales en las relaciones que tejemos con los dioses y las criaturas sublunares: los mitos y los ritos. Dice el profesor Alberto Bernabé que de “las verdades importantes se encargan en los mitos” y los ritos “establecían la manera en la que uno se relacionaba con los dioses”. Es por esta razón que se requiere un sistema de adivinación, este que les compartí es modesto y antes de abrir portales que no puedan cerrar, recuerden edulcorar la mediocritas aurea con la frase: menos es siempre más. Espero haberlos dejado llenos de dudas y que lo que leyeron no les sirva para absolutamente nada, pues solo lo inasible y congelado en el mar de los tiempos es lo verdaderamente bello.
—
1 La composición más bonita, un saludito a mi primo Andrés Arango Isaza, que tiene como cinco años.
2 A mí me gusta más la palabra Hierofante -el que muestra los objetos sagrados , pues me evoca los misterios de Eleusis y a la Core, no digamos su nombre*.
3 No puede ser el Ahorcado porque no cuelga del cuello.
4 Los legos se refieren al arcano 13 como La Muerte. En realidad, este arcano no tiene nombre, no porta uno*.
por: Felipe Calderon-Valencia