Angie y los reflectores de un bosque parisino

Angie vive en la ciudad luz, la capital de la moda y, para mí, la más bonita
del mundo. La primera vez que la vi fue hace dos años y medio, acompañé a C. a cobrar el arriendo del departamento donde vive Angie para después entregárselo a la dueña -C. lo cobra cada mes-.
Ese día, le entregó un fajo de billetes un poco arrugados y húmedos,
“¿Por qué los billetes están así?”, le pregunté a C., y él no pronunció palabra, solo me miró. Entendí su respuesta silenciosa, y ahí terminó nuestra conversación sobre ella.
Hace dos meses me acordé de Angie, le insistí a C. que me pasara su número de teléfono. Intercambiamos un par de WhatsApp, me comentó que podía contestar mis preguntas el domingo, su día de descanso, o si tenía suerte en un rato que tuviera libre entre semana. Tuve suerte. Durante tres días, hablamos través de notas de voz sobre por qué se fue de su país, cómo inició, y cómo se vive su trabajo.


Mi nombre de nacimiento fue Abel, a los 9 años ya sentía atracción hacia los chicos, no me adaptaba a los juegos masculinos, yo solo quería estar con las niñas. Muy temprano me di cuenta que quería ser una mujer, mi transformación comenzó en la adolescencia, cuando tenía 15 años: me sometí a tratamientos hormonales, y hoy gracias a Dios puedo decir que funcionó, soy una mujer trans: soy Angie. En mi país, Perú, me dedicaba a bailar en discotecas, nunca fue una opción para mí vender mi cuerpo. Hace siete años, decidí empacar maletas e irme para Europa, entre otras cosas, porque en mi país no ven con buenos ojos a la comunidad LGTBIQ+. Ya no me sentía segura y necesitaba dinero.

En Perú, entre enero y diciembre de 2023, el Programa AURORA registró

216 casos de personas LGBTI+ atendidas en Centros de Emergencia Mujer por haber sido víctimas de violencia psicológica, física o sexual. De igual manera, la II Encuesta Nacional de Derechos Humanos evidenció que, si bien la población LGBTI+ es percibida como una de las que sufren mayor índice de discriminación en el país (71%), prevalecen estereotipos hacia este grupo sumamente perjudiciales, tales como que “las personas se vuelven homosexuales por traumas en su infancia o por malas experiencias” (45%) o que “una persona trans (transexual, transgénero y travesti) vive confundida” (46%).

Sufrí discriminación saliendo de mi país, en migración, el agente que me atendió se burló de mí porque mi nombre de nacimiento estaba impreso en mi pasaporte y no coincidía con mi físico. Decidí viajar a Francia por su economía y porque sabía que me sentiría segura conmigo misma; este país me acogió muy bien, la comunidad obtiene muchas ayudas a través de fundaciones y hospitales.

Al llegar a París inicié trabajando como bailarina en clubes nocturnos con una chica gogo dance. Fue en ese ambiente donde llegó a mis oídos que en la prostitución sé ganaba más dinero. Me metí en ese mundo por pura curiosidad y con el tiempo me di cuenta de que sí se gana más dinero siendo escort (trabajadora sexual) que ejerciendo un trabajo normal.

Angie trabaja en el Bosque de Boulogne, es un parque inmenso ubicado en la periferia de uno de los distritos más burgueses de París, donde en el día acoge los picnics en familia y en la noche se convierte en la oficina de las trabajadoras sexuales.

Cada una tiene un pequeño espacio en el bosque -solo hay pasto y árboles-, somos una comunidad grande de latinas trabajando ahí. Conozco a muchas chicas, y como en todo trabajo, hay algunas compañeras con buenas y malas intenciones, no considero tener amigas en el medio, solo conocidas.

Empezar en este oficio para mí fue doloroso, pasé por muchas experiencias desagradables, no saber el idioma es una gran desventaja, los clientes quieren hacer contigo lo que quieren, abusan y no te puedes defender porque no sabes cómo comunicarte.

Vas aprendiendo con el paso de los años: ahora cada noche tengo entre 8 a 10 clientes, lo que hace que en cuatro días genero el salario de una persona que trabaja todo el mes. Claro está que no es un trabajo fácil, la llegada del invierno es realmente devastadora, sientes cómo el frío penetra todo tu cuerpo, es un sufrimiento pasar toda la noche parada en medio del frío, la lluvia y la nieve; algunas compañeras tienen más suerte, llegan en su camioneta, se parquean y solo esperan adentro la llegada de los clientes, no es mi caso. Somos muy vulnerables, nunca sabes si te van a tratar bien, nunca sabes qué va a pasar.

Recién tuve la experiencia más aterradora de mi vida: un hombre se hizo pasar por un cliente, me puso un cuchillo en el cuello por querer robarme el teléfono, pensé que no la iba a librar. Súmale a eso, lo asqueroso que es cuando un cliente se te acerca con mal aliento o mal olor corporal, ellos por lo general son los que siempre quieren hacer de todo por 30€ o 40€, aparte de cochinos, quieren pagar lo mínimo.

Por todo eso también tenemos que cuidarnos mucho, yo sigo un tratamiento en el que cada tres meses debo realizarme exámenes para prevenir el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, también tomo la pasta pre, esta nos protege a un 97% de cualquier enfermedad. Soy muy rigurosa con esto.

Dentro de lo que cabe, no todo es negativo, tengo la ventaja de contar con clientes recurrentes de hace años, vienen directo a mí, me llaman y yo voy a los hoteles o a los departamentos, a ellos les doy un trato especial porque pagan muy bien – por encima de 200€-. Me atrevo a ir porque tengo la certeza que regresaré a casa sana y salva.

Trabajo duro porque uno de mis sueños es obtener los papales franceses, quiero estar legal en este país, para luego tener la oportunidad de ir a visitar a mi familia a Perú, los extraño. Hace siete años que no recibo un abrazo de mi madre.

Yo quiero ser conocida en los escenarios, mi don es el baile y quiero en un futuro poder ganar mi vida haciendo lo que realmente quiero. Aunque por el momento estoy bien siendo una chica escort, gano bien para sustentarme, quizás mas adelante cambie de opinión, pero por ahora estoy bien así.


Octubre 2024