Los reality show o el arte de las guerras entre corales

Ahora lo veo más claro. Antes no entendía un Q y mi papá –cuando todavía estaba vivo- trataba de explicarme: “Hijo, es un misterio. Es muy impresionante ver cómo esta gente está encerrada, cómo intrigan, cómo manipulan…”. No paraba de hablarme de las cosas que, escondidas a los ojos de todes, acechaban entre la banalidad declarada, franca-ahí-en-la-cara, de la trama y las subtramas que se tejen en los reality show. Pregunta para ustedes, lectoras y lectores, que yo respondo en “capítulos”, como debe ser: ¿Qué es un reality show?, ¿cuál fue su contacto con ellos?, ¿eso para dónde va?, solo les adelanto dos cosas: la primera es que la televisión –sí, la TV- compite hoy con las redes sociales y las pantallas de los smartphones, pues las nuevas audiencias no usan los ojos más que para pensar en dios en semana santa y para mirar TikTok, Instagram y Twitch, tal vez Youtube, tal vez. En consecuencia los dueños de Televisa, Canal Caracol y RCN o Telemundo o cualquier otro canal de TV, terminan por entender que sus estrellas o tienen redes sociales y crean contenido por fuera del canal, o bien, las personas pueden ser estrellas sin necesidad de su canal. La forma de atraer nuevas audiencias se trata, así, de arrancarles –por la fuerza- la mirada de una pantalla guardada en el bolsillo, ¿cómo se llega más rápido al living que al bolsillo del pantalón? Y la segunda cosa se me olvidó. Entonces nada, voy a desarrollar el artículo.
Conceccto de rialiti chou
Concepto de reality show. Es la televisión que compite con la vida o se mimetiza con, en, la vida misma. Desde que apareció el famoso Gran Hermano o Big Brother, algo cambió. Y yo vi pasar esa madre. Nacido en 1984, año mítico para la novela de Orwell, yo mismo vi cómo la TV fue cavando su propia tumba; canales como MTV, pasaron de dar música a deleitarnos con programas como Acapulco Shore o la Venganza de los Ex. Y no tengo nada contra este tipo de entretenimiento –de hecho, le debo mi vida a Karime, la matrioshka- y pienso que abrir una fosa común para sí mismo es una proeza en este mundo que ofrece la vida eterna así sin más. Vi cambiar mucho el mundo en que la TV lo era todo. Adicto a este medio de comunicación, vi reducir mi interés por culpa de “words like ‘glow up’, ‘vide check’”. La verdad me aburrió mucho ver que la primera temporada de Protagonistas de Novela nunca fue superada hasta que apareció Óscar, o porque el Factor X no se lo ganaron más personajes como Julio César Meza… ¡y eso fue en el hermoso año de 2004! Es decir, no puedo, por inútil, dar una lección de historia más elaborada que la que puede darles Vicky Dávila –y este no es el guiño que Ustedes creen- o Wikipedia, pero recuerdo que los reality shows fueron los precursores de algo: la vida estaba fuera de la TV.
Recuerdo una película titulada They Live (1988). No se las recomiendo –o sea que sí lo hago-, pero tengo en mente dos escenas icónicas: la primera cuando nos damos cuenta que las gafitas que se ponen los personajes del film son para ver en la publicidad arengas de obediencias y órdenes veladas de los poderes mediáticos. Obey. Y la segunda escena es una lucha “innecesariamente” larga entre el protagonista y su patiño para mostrar que acercarse a la verdad es doloroso. Luego de esto, el perdedor de la pelea se pone las gafas y ve los mensajes subliminales de la publicidad. Obey. Se me antoja que algo así pasó con los reality show: los televidentes, las audiencias, se dieron cuenta que las celebridades eran personas que podían salir de la calle, que podían ser ellos mismos o sus vecinos. Las estrellas de televisión podían ser forjadas más que por martillos y yunques, por el like de la “sociedad del espectáculo”, es decir, sí, por martillos y yunques. Ojalá no entiendan el guiño.
Viví en Colombia hasta mis 22 años o algo así. Luego de eso me largué y volví ya viejo y acabado y sin ganas de ver TV. Yo solo entendía el mundo a través de Cristo y Youtube y Deezer y Spotify, y nada importaba tanto como olvidar a Yina Calderón bajo las guitarras del cover de Feeling Good que hizo Muse de la canción de Nina Simone. Creo que eso lo resume todo. Pero entre mis recuerdos más bonitos está la vez en que mi papá miraba El poder del amor. Era un reality show muy críptico del que yo no entendía nada y me explicó él, mi papá, que era una casa llena de gente buscando el amor. Bruto, como soy, pensé en Miloš Forman y su Calígula –o lo que pretendo recordar de una película que nunca existió, pues poso de intelectual- y luego pregunté lo necesario para comprender. Este reality solo confrontaba a un montón de gente bonita con la realidad de gustarse falsamente o de verdad. ¿Gustarse y buscar el amor y que la gente decida quién hace una pareja real? ¡Maigá! Esto me parecía la cosa más interesante del mundo.
Así también pasó en la Casa de los Famosos, allá en Colombia, pero con más fulgor allá en México, en donde la sociedad marginalizó al Team Tierra por tener miembros misóginos y también se hizo justicia a una personalidad como Mario Rodríguez Bezares. Allende lo que es Mayito hoy para México y toda Latinoamérica unida, hay que entender que la TV está integrando personas, verdaderas estrellas, que ya no necesitan de la TV más de lo que la TV los necesita a ellos para renovar sus audiencias. Así también puede decirse que más allá de lo que signifiquen los personajes que aparecen en la Voz Kids, la Voz, Yo Me Llamo, American Idol, MasterChef Celebrity, el clásico y siempre bien ponderado Protagonista de Novela, lo curioso es que no solo se introdujo la participación popular sino que se introdujeron personajes que normalmente no serían “celebridades” si no existieran las redes sociales, y con ellas, nuevas audiencias difíciles de controlar para los dueños de los medios de comunicación tradicionales.
Corales y audiencias: una conclusión mediocre
Sí mis amix, los corales son animales, animales vivos. Avanzan por el lecho marino, avanzan y buscan qué comer. Cuando se encuentran con otro coral, la lucha es a muerte, pero no es emocionante. No se ve nada, ni los muertos, ni las dentelladas. Todo pasa a la velocidad que nos aburre y nos hace pasar de un Tik Tok a otro alimentando el algoritmo con datos precisos sobre el tipo de tontito que eres, que somos o que eres porque somos. Ciertamente la discusión sobre los reality show es densa y tiene que ver con cuotas de mercado y ajá, pero lo más interesante de estos es la manera en la que capturan nuestra atención e interactuamos con ellos y los dramas que nos proponen y que si no nos interesan, pues por lo menos nos hierven la sangre a fuego. Todo se trata de cómo estos shows nos manipulan deliciosamente hasta que nos importan las intrigas que no nos importan, porque el chisme nos carcome deliciosamente. Aunque esto requiere de una buena producción, de una narrativa especial, de alborotadores profesionales que muevan nuestras pasiones. Pero esto ocurre lenta e imperceptiblemente, sin que nos demos cuenta, así como se pelan, se ganan y se pierden, las guerras que forman los grandes arrecifes coralinos.
por : Felipe Calderon V