Soy hija de inmigrantes. Y digo inmigrantes porque mis padres tuvieron que emigrar de su propio país.
Sola y con 1300 dólares, que no me podía gastar, pues no eran míos. Llamé a mi madre desde una cabina telefónica para contarle lo que me estaba pasando y ella me dio muchos ánimos en que tenía que perseguir mis sueños y salir adelante. A los días ya me quería devolver, no tenía dónde quedarme y la barrera del idioma me tenía impotente. Estaba confrontada a mí misma, durmiendo en el metro de París, y en iglesias. Recuerdo que mi primera vez fue en el metro Pernety línea 13, con mucho miedo entraba y esperaba que se cerraran las puertas del metro. El miedo no me dejaba dormir, solo quería buscar un poco de calor ya que hacía mucho frío.
Angie y sus reflectores de un bosque parisino
Angie vive en la ciudad luz, la capital de la moda y, para mí, la más bonita
del mundo. La primera vez que la vi fue hace dos años y medio, acompañé a C. a cobrar el arriendo del departamento donde vive Angie para después entregárselo a la dueña -C. lo cobra cada mes-.
Esta semana es el cumpleaños de Julisa, una mujer que vive en León, Guanajuato, y que acompaña a su esposo en el trabajo de peluquería a domicilio. Esta vez quiso compartir su historia aquí; la historia de todos, sabemos, es mucho más amplia y compleja, pero se compone de momentos pico que son sacudones en muchos sentidos. A continuación, una parte de Julisa, una de las caras de la enfermedad y también una de las caras del amor.
Habitar la violencia en sus formas cambiantes
Él la había visto mucho antes de ella conocerlo. Todos los domingos por la
mañana se subían en el mismo autobús, S. iba a su trabajo y Ana Laura a misa
con su madre.
Ella solía jugar retas de fútbol con sus amigos en frente de su casa. Una tarde,
después del juego su amigo, que en realidad era su pretendiente, le pidió agua.
Sin percatarse, S. se les acercó y por medio de su pretendiente, que era un
amigo en común, se le presentó a Ana Laura. S. le preguntó si podría salir a
platicar en las tardes noches, después de terminar su jornada laboral.
AUTISMO : Lo unico que me mantuvo fuerte fue el amor por mis hijos.
Cuando tenía 3 años las dudas ya no eran dudas. Las preguntas iban a tener sus respuestas. En la escuela y en casa habían miradas furtivas, rabietas diarias, falta de lenguaje, y no participada en nada. No era sociable, no le interesaba lo que su profesora le ofrecía. Lloraba, preguntaba por su madre, gritaba, mordía y sufría. Su profesora y la directora nos aconsejaron acudir al servicio de protección maternoinfantil.
Érase una FIV: En la travesía de la vida, la FIV fue nuestro faro de esperanza.
Me considero afortunada de haber podido ser parte de ese pequeño porcentaje de individuos que pueden permitirse pagar una FIV, y más afortunada aún de haber logrado llegar hasta la última y más difícil etapa del tratamiento.
Epilepsia: vivir con ella
La epilepsia es una enfermedad crónica caracterizada por la aparición de convulsiones repetitivas e impredecibles, las cuales reflejan una interrupción repentina y transitoria de la actividad eléctrica del cerebro, Lisa-Maria, nos brinda su testimonio.
Endometriosis: la meditación y la naturaleza me salvaron
La endometriosis es una enfermedad crónica, afecta aproximadamente a 190 millones de mujeres en edad reproductiva en el mundo. Por la ocasión del mes de prevención e información sobre la endometriosis, Yessica, 28 años, nos brinda su testimonio.